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(La Mesa estatal del Frente Cívico Somos Mayoría reunida en Córdoba el pasado 30 de mayo aprobó este documento, refrendado a su vez por la Coordinadora Estatal del FCSM celebrada en Rivas el sábado 20 de junio. En él y como Frente no nos limitamos a pronunciarnos sobre la situación actual, también proponemos líneas de actuación política)
ÚLTIMO AVISO
Frente Cívico Somos Mayoría
1.- Introducción
2.- Grandes esperanzas y algunos desánimos
3.- El régimen se recompone
4.- La unidad popular como estrategia política
5.- Último aviso
1.- Introducción
La crisis económica en la que estamos sumidos y las políticas de austeridad impuestas por la troika (Comisión Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional) están provocando una profunda fractura en nuestra sociedad, que contempla atónita la degradación de la vida cotidiana y la obscena tolerancia del poder con los abusos cometidos por los más privilegiados del país. Como no podía ser de otra forma, el creciente deterioro de las condiciones materiales de una cada vez más amplia mayoría social llega acompañado de gravísimos escándalos de corrupción que salpican al conjunto de las élites políticas y económicas, alumbrando una sociedad cada vez más instalada en la violencia, la injusticia y la desigualdad.
En este contexto, el sueño de la integración europea ha devenido una pesadilla que impone un duro presente y augura un porvenir sombrío. La Europa de Maastricht, completamente ajena a los principios de cohesión y colaboración solidarios, se ha convertido en una especie de reserva de caza alemana en la que las economías fuertes explotan sus ventajas económicas y comerciales para aplastar a las débiles: es la ley de la selva. De una forma intencionada y torticera, se ha vendido a la ciudadanía una imagen falsa, ideológica e idílica de la hoy denominada Unión Europea, utilizando los medios de comunicación para proyectar una visión repleta de apariencias positivas, y lamentablemente trufada de falsedades. Sin embargo, comienza a divulgarse parte de la verdad y empieza a abrirse paso entre los habitantes de la periferia la idea de ser víctimas de una nueva colonización.
Partiendo de esta base, el día 15 de junio de 2012 Julio Anguita realizó un llamamiento para constituir un Frente Cívico y organizar a la mayoría social en torno a soluciones concretas, contribuyendo a la creación de la fuerza necesaria para colocarla en la balanza del poder y contraponerla a otros poderes económicos y sociales que, siendo muy minoritarios, detentan en exclusiva el ejercicio del Poder. Un año después, en la asamblea constituyente de Rivas-Vaciamadrid, constatamos que la construcción del Frente Cívico es un proyecto difícil, laborioso y necesitado de paciencia, como corresponde al ambicioso reto de convertir una mayoría plural y atomizada en una mayoría consciente de sí misma y de su fuerza organizada. Se trata, en definitiva, de la constitución de la mayoría como único agente posible para realizar el cambio concreto, en cualquiera de las expresiones que denotan la incorporación de la ciudadanía a un proceso de cambio social, político y económico: proceso constituyente, ruptura democrática, creación del contrapoder, unidad popular, bloque alternativo, etc.
2.- Grandes esperanzas y algunos desánimos
Ese fue el sentido del Frente Cívico, su oportunidad, su lenguaje y sus propuestas para lo inmediato. Los acontecimientos de los meses subsiguientes confirmaron plenamente la necesidad de aquel discurso, aquel proyecto y aquella convocatoria. La gigantesca movilización vivida el día 22 de marzo de 2014, que involucró en su dinámica a amplios sectores sociales movilizados y politizados, evidenció que el movimiento popular había adquirido una capacidad inédita para construir una alternativa política capaz de derrotar al bipartidismo. De manera progresiva, los movimientos sociales habían acumulado fuerza social y política y exhibían una creatividad impresionante en términos de movilización social y popular (PAH, Mareas ciudadanas, Marchas de la Dignidad…). En este contexto, no fue una cuestión menor que una organización como el Frente Cívico, con implantación en todo el Estado, asumiera la bandera de la recuperación de la soberanía, planteando abiertamente la necesidad de salir del euro para superar la crisis económica. En fin, los buenos resultados cosechados por Izquierda Unida y la irrupción de Podemos en las elecciones europeas invitaban a pensar que estábamos ante una oportunidad única para iniciar un proceso constituyente y democrático al servicio de la mayoría social.
En particular, el discurso y las propuestas que marcaron la aparición de Podemos lo convirtieron en continuador de lo que el Frente Cívico había planteado, trasladando al terreno electoral la disputa político-social surgida al calor de la crisis económica. Sus más que evidentes expectativas electorales hacían de Podemos la encarnación de la alternativa ante el imaginario colectivo, abriendo una importante brecha en el régimen bipartidista. Sin embargo, hoy constatamos que estas expectativas han sido matizadas por la realidad y limitadas por errores propios, campañas mediáticas, pérdida de frescura alternativa y, sobre todo, por una cierta improvisación en el viaje hacia “el centro”, que ignora el desplazamiento de la mayoría social hacia principios y valores centrados en la defensa de los derechos sociales y que se confunde con dulcificar las propuestas que permitieron captar voluntades y concitar sueños. Es un hecho que los medios de comunicación están empujando a su equipo dirigente a aceptar los consensos fundamentales del régimen, combinando de manera calculada un ataque despiadado con una salida hacia la “respetabilidad”.
En el fondo, asistimos a la brutal realidad de la hegemonía total del discurso neoliberal, que arruina a los discursos sempiternamente reiterativos y de lugares comunes de quienes, a pesar de enfrentase heroicamente a las fechorías del sistema, lo hacen en el eje de los valores del adversario. Llegan las campañas electorales y las cuestiones claves como el euro, la deuda, la UE, la banca, las eléctricas, la reforma fiscal, etc. desaparecen en una sfumatura que pretende ampliar el arco de votantes. No se dan cuenta de que esa es la mejor manera de perder credibilidad y votantes.
Por supuesto, al día siguiente de las elecciones la cuestión de la gobernabilidad, los pactos y los asentamientos institucionales vuelven al primer, si no único, punto del orden del día. Y vuelta a empezar. Manifestaciones, luchas (a veces heroicas), plataformas, manifiestos, alianzas que duran hasta que se producen las primeras convocatorias electorales, etc. Mientras tanto, Grecia está prácticamente sola en su lucha contra la barbarie de la Unión Europea, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Central Europeo. El Acuerdo Transatlántico para el Comercio y la Inversión (TTIP) avanza pese a las denuncias en foros, debates y zonas de la red. El orden mundial basado en la liquidación de la democracia, la soberanía nacional y el derecho internacional se configura ya como de inminente consolidación. Venezuela es el centro de la agresión imperialista, que tiene en nuestro país a uno de sus ejecutores, Felipe González, y además la asepsia timorata de quienes pretenden pasar del tema sin contaminarse por mor de cálculos electorales.
Paralelamente, la incapacidad de Izquierda Unida para reaccionar ante la crisis de régimen es también merecedora de mención. Pareciera que IU no ha sabido orientarse en la nueva situación creada y adaptarse a la necesaria reorganización del movimiento popular. Dicha reorganización era una necesidad dada por una circunstancia ineludible: el estallido de una crisis económica muy grave, que tenía como consecuencia directa la multiplicación y acumulación de demandas populares. Al no saber adaptarse a las nuevas épocas, la propia sociedad genera condiciones para un sujeto popular mucho más amplio capaz de impulsar grandes transformaciones democráticas. Y lo está haciendo al margen de IU. Las demandas populares y democráticas han desencadenado un proceso, cuyo inicio podríamos fechar el 15 de mayo de 2011, que implica la refundación del movimiento popular al margen y desde fuera de IU. La creación del Frente Cívico fue un síntoma de que las condiciones para ello estaban presentes, pero resultó muy fácil ignorarlo porque no se presenta a las elecciones.
Por lo demás, la sfumatura del discurso no afecta exclusivamente a Podemos, sino que se extiende a las fuerzas de la llamada izquierda tradicional, por más que se camufle apelando a las esencias de una tradición muy alejada del actual oportunismo que exhiben algunos partidos y sindicatos. IU participa activamente en la protesta contra la política neoliberal y colabora, a veces heroicamente, en la movilización contra sus desgarros. Pero, al obviar la trilogía Unión Europea-Euro-Deuda confunde a la población. Sostiene que se trata de voluntad política y se permite hablar de otra política económica y social, pero sin un mínimo realismo. En el marco de la unión monetaria, no cabe en lo fundamental otra política que no sea la que impulsa la Troika, cuyas consecuencias están debidamente contrastadas. No hay más que ver las campañas electorales para entender que nadie quiere entrar en el fondo de un proceso de integración europea, que se ha convertido en una poderosa maquinaria de acumulación por desposesión en los países del sur de Europa y de recentralización de los Estados mediante la aplicación del Tratado de gobernanza y estabilidad presupuestaria.
Finalmente, y a modo de cierre de este apartado, también constatamos que la movilización popular está experimentando un fuerte reflujo durante el año 2015, sin duda relacionado con el ciclo electoral en el que estamos inmersos y las expectativas antes mencionadas. La notable disminución de asistentes a la manifestación del día 21 de marzo con respecto al 22-M de 2014 ha evidenciado que muchos de los colectivos que hicieron posible aquella demostración de fuerza han priorizado el hecho electoral en detrimento de la movilización social. En nuestra opinión, se trata de un grave error, porque lo que se mueve en torno al cambio solamente cobra fuerza al calor de las movilizaciones populares. Es posible y necesario que los acontecimientos electorales sirvan de acicate para la reivindicación y la propuesta alternativa, actuando como aglutinante y no como disolvente del sujeto colectivo al que nos referimos. No es ningún secreto que las divisiones imperantes en su seno han contribuido a la incipiente desmovilización del movimiento de masas trabajosamente construido a lo largo de estos años. Durante los próximos meses, el reto será recuperar el impulso originario del Movimiento Marchas de la Dignidad.
3.- El régimen se recompone
A lo largo de estos meses, el régimen se ha rehecho y se está recomponiendo a velocidad de vértigo, como demuestra la abdicación de Juan Carlos y la coronación del nuevo rey para estabilizar una monarquía en rápido descrédito. En este contexto, la creación de Ciudadanos como fuerza estatal forma parte de una estrategia global y a largo plazo para completar el cierre oligárquico que se viene produciendo en nuestro país a partir de los resultados de las elecciones europeas: una transición acelerada hacia un nuevo régimen político, la democracia oligárquica, que se aleja del constitucionalismo social y consagra el predominio de las clases altas marginando a la izquierda social y política. La cuestión no es sencilla, ya que fortalecer a Ciudadanos tiene como consecuencia el debilitamiento del PP y la liquidación de UPyD. Sin embargo, las ventajas que obtiene el poder real a través de esta operación política son de gran alcance: frena por la derecha a Podemos, neutraliza a un PP en decadencia, otorga nuevos aires al PSOE y pone en el centro de su operativo a Ciudadanos, una fuerza política capaz de impulsar y gestionar una nueva revolución neoliberal en España. No obstante, las elecciones de 24 de mayo no han confirmado las expectativas que le otorgaban las encuestas y, de momento, queda lejos la posibilidad de un respaldo que permita apuntalar la gobernanza bipartidista.
Más allá de esta cuestión, es evidente que la involución democrática que está experimentando nuestro país desde que estalló la crisis económica está mucho más avanzada de lo que podría pensarse en una visión superficial. La agenda neoliberal impuesta por la Unión Europea, centrada en la devaluación salarial y el desmantelamiento del Estado de bienestar (educación, sanidad y sistema de pensiones), está acompañada por un creciente autoritarismo político y moral que evoca inmediatamente los periodos más oscuros de nuestra historia. Más concretamente, la reforma del Código Penal y la mal llamada Ley de Seguridad Ciudadana son el correlato necesario del repliegue del Estado en materia económica y social inducido por las políticas de austeridad. Paralelamente, la reforma de la ley del aborto impulsada por el Partido Popular, incluso en su versión moderada actualmente en tramitación, pretende la afirmación de una moralidad neoconservadora en el centro del cuerpo político, como necesario correlato de la orientación neoliberal adoptada por el Gobierno.
Por supuesto, el paro y la precariedad se han convertido en poderosos instrumentos de control que acompañan al panoptismo social típico del neoliberalismo. En cualquier sistema económico existen relaciones de poder que despliegan estrategias específicas para sojuzgar y dominar a las clases subalternas mediante un proceso que combina eficazmente obediencia y represión. Pues bien, en la sociedad que está emergiendo de la crisis, el desempleo masivo y la precariedad generalizada constituyen dispositivos estratégicos para domeñar a los trabajadores y neutralizar los conflictos sociales, fabricando un hombre nuevo y radicalmente limitado en sus posibilidades de actuación individual y colectiva. Considerados conjuntamente, ambos fenómenos actúan como factores disciplinarios susceptibles de arrumbar la voluntad política de las personas, reducidas a la condición de ciudadanos atrapados en un presente incierto y atenazados por el miedo a un futuro imprevisible y amenazador. El Frente Cívico debe hacer un esfuerzo por situar estos problemas en el centro del debate, así como difundir las diferentes alternativas para erradicar el desempleo y la precariedad laboral (renta básica, renta garantizada de ciudadanía, trabajo garantizado, reducción del tiempo de trabajo sin reducción salarial, etc.).
El desarrollo de la Marea Pensionista a escala estatal o la difusión del libro Gente precaria. La rebelión de los frigoríficos vacíos, en el que han participado varios miembros de la Mesa Estatal del Frente, pueden ser una magnífica ocasión para denunciar las consecuencias de la involución social registrada en términos de pauperización y precarización para el conjunto de la ciudadanía. Asimismo, y sin abandonar este terreno, constatamos la necesidad de impulsar determinadas iniciativas sociales que pueden contribuir a recuperar el pulso de la movilización en el futuro inmediato, invirtiendo, o al menos frenando, el clima de desmovilización social al que anteriormente nos referíamos: marchas europeas contra el TTIP, ocupaciones en demanda de alquiler social de las viviendas del banco malo (SAREB) y, sobre todo, la jornada de lucha programada para el próximo otoño por el movimiento Marchas de la Dignidad, que debe convertirse en una gran protesta contra la reforma laboral y, en general, contra los ataques a las conquistas y derechos de la mayoría social.
Sin olvidar que, como hemos dicho siempre, pedimos, exigimos y nos movilizamos para que se cumpla la Declaración Universal de los Derechos Humanos. La Constitución Española, en su artículo 10, incorpora como materia de la misma la solemne Declaración de 1948 y los textos internacionales que la desarrollan. Los más importantes de ellos son los tres pactos firmados en 1966 y ratificados por el Reino de España en 1977: el Pacto por los Derechos Políticos, el Pacto por los Derechos Económicos y Sociales y el Protocolo Vinculante. Estos textos constituyen materia constitucional y son, por tanto, de obligado cumplimiento. Por tanto, es el Gobierno el que está en la ilegalidad, fuera de la ley, conculcándola y violándola. Nuestra lucha, pacífica, está respaldada y justificada por los grandes documentos internacionales, la Historia y la Razón. En consecuencia, la insumisión, la rebelión o la desobediencia, en situaciones como ésta, son legítimas, necesarias y justas.
4.- La unidad popular como estrategia política
La unidad de todas las fuerzas que se enfrentan al saqueo neoliberal constituye una necesidad ampliamente percibida por la intuición popular. En mayor o menor medida, la ciudadanía es consciente de la tremenda asimetría de fuerzas favorable a los poderes dominantes y percibe la unidad popular como el factor más decisivo de la actual situación política. Según numerosas encuestas, antes de las elecciones municipales y autonómicas la inmensa mayoría de votantes de IU y Podemos se mostraban favorables a un proceso de unidad frente al ataque a los derechos fundamentales de la población trabajadora. Sin embargo, sorprende que no se haya entendido que ningún partido, por sí solo, posee la suficiencia electoral, el arraigo social y la entidad orgánica suficientes para impulsar un cambio profundo en nuestra sociedad. Las elecciones municipales y autonómicas podían haber sido una oportunidad para avanzar en un proceso de unidad popular y de convergencia social y política de las fuerzas que están por la construcción de la alternativa, pero ha faltado grandeza y ha sobrado sectarismo, oportunismo y desprecio.
Desde este punto de vista, constatamos que el ciclo electoral está siendo muy duro para el sujeto popular, atravesado por todo tipo de divisiones, prepotencias y sectarismos. Pero las ramas no deben impedir ver el bosque. Mientras ello sucede, en otros muchos lugares la unidad popular avanza y se consolida, alumbrando centenares de candidaturas que se han ido gestando con paciencia, inteligencia y no pocas dosis de sufrimiento. Mujeres y hombres, activistas, cuadros sociales y políticos han hecho posible desde abajo lo que por arriba parecía imposible: unir a las diversas izquierdas, organizar amplios frentes democrático-populares, y hacerlo al calor de los movimientos sociales. El objetivo es claro: construir la alternativa al bipartidismo y gobernar para transformar, empezando por Madrid y Barcelona. No es poco, es apenas el inicio y queda mucho camino por delante. Pero la experiencia va a ser muy importante y dará fuerza, confianza y estímulo a los que han luchado, con paciencia y coraje, por la unidad popular.
En contra lo que suele pensarse, la unidad popular no sólo implica candidaturas unitarias a las elecciones, aunque es evidente que no las excluye. Pero si la unidad popular se presenta como una operación puramente electoral la derrota está ya garantizada. La unidad popular, o como quiera llamarse la constitución de la mayoría en contrapoder, exige de programas, valores, convergencia de movilizaciones, presupuestos éticos comunes, paciencia y, sobre todo, una coincidencia en las líneas fundamentales de la administración de la hipotética victoria. Las fuerzas políticas y sociales que defienden la unidad popular deben saber que, si son realmente consecuentes, tienen que adecuar sus esquemas y estructuras a esta nueva política. En esta hora no caben operaciones de cálculo ligadas exclusivamente a la supervivencia de aparatos y discursos que se tienen como fin a sí mismos. Si todo esto se lleva a cabo, tras un debate limpio y suficientemente amplio, creemos que es posible, e incluso probable, que pueda llegarse a un momento electoral que de verdad quiebre al bipartito.
En resumen, desde el punto de vista de la unidad popular, las elecciones constituyen un momento (importante) en el proceso de acumulación de fuerzas y deben servir para propiciar una amplia confluencia político-social que dispute la hegemonía al bipartidismo (PP y PSOE más la burguesía vasca y catalana). Se trata de una estrategia emancipatoria integral que combina la democracia política con la articulación de poderes sociales. Todavía más claramente: gobernar con un programa transformador presupone la existencia de una fuerza social organizada que reequilibre el déficit estructural de poder favorable a los privilegiados y haga viable el programa de transformación social. Si algo pone de manifiesto la Grecia de Syriza es que, sin una mayoría social organizada, sin un pueblo convencido y movilizado, sin unas fuerzas políticas y sociales unidas, no habrá transformación posible y seremos brutalmente derrotados, para mayor gloria de la Europa alemana del euro y del capital monopolista financiero. Para el Frente Cívico, hoy más que nunca, la unidad popular es obligatoria.
5.- Último aviso
Llegados a este punto, hay que concluir que el movimiento popular se encuentra ante una disyuntiva decisiva: adoptar una estrategia de unidad popular en el sentido anteriormente expuesto, o persistir en la división y la fragmentación, allanando el camino a los beneficiarios del expolio de nuestro país. Los resultados de las elecciones municipales y autonómicas avalan con rotundidad esta hipótesis: donde ha sido posible una amplia confluencia político-social, sobre la base de alianzas honestas entre todos los sectores implicados y dentro de un programa suficientemente ambicioso, se han producido cambios que parecían impensables hace muy poco tiempo. En cambio, donde ha predominado la fragmentación y el sectarismo, las urnas han dado oxígeno al bloque neoconservador (PP-PSOE-Ciudadanos-CIU-PNV). La emergencia de procesos unitarios en ciudades como Madrid o Barcelona, por citar sólo los casos más conocidos, alumbra el camino a recorrer para dar un paso más hacia el profundo cambio político que necesita nuestra sociedad.
El horizonte de las elecciones generales se presenta sombrío si no se aprende rápidamente desde ya. O las fuerzas políticas, movimientos, colectivos, etc. asumen consecuentemente que sólo son instrumentos para el gran cambio y no fines en sí mismos, o sufriremos una derrota duradera que nos sumirá en tiempos difíciles. Podemos está siendo sometido a una durísima guerra de posiciones para la que no estaba preparado, demoliendo sin piedad y sin ningún freno a su equipo dirigente. En este contexto, sin una verdadera estrategia y un auténtico programa de unidad política y social popular que vaya más allá del cálculo electoralista, y que necesariamente implicará negociaciones con otras fuerzas políticas y sociales, no resulta imaginable la constitución de un contrapoder popular suficientemente fuerte para iniciar un proceso constituyente.
Es más, afirmamos que a estas alturas, el riesgo al que se enfrenta el movimiento popular no es sólo perder las próximas elecciones generales. Creemos que, de no abordarse el problema de la unidad, el movimiento popular ni siquiera tendrá fuerza para emprender una guerra de desgaste en las instituciones y en la calle contra el gobierno resultante de esas elecciones. La clave es que Podemos, IU y las demás izquierdas crezcan y se desarrollen, alimentando una movilización unitaria y sostenida de las clases populares que puede desalojar del poder a los gobiernos neoliberales, como efectivamente ha sucedido en Atenas y puede ocurrir en otros lugares. Todos juntos somos aún insuficientes para constituirnos en poder constituyente y desde ahí alumbrar un nuevo régimen basado en la igualdad, la libertad y la justicia. Necesitamos todas nuestras fuerzas, toda nuestra capacidad de unidad para vencer.
Como hemos dicho tantas veces el programa, la forma de elaborarlo y los valores que subyacen y se explicitan en él, es la clave de las alianzas, los consensos y la construcción del contrapoder de la mayoría. Y también, por cierto, de hipotéticos gobiernos municipales y autonómicos surgidos de las elecciones del 24 de mayo y apoyados por fuerzas políticas dispuestas, realmente y en la práctica, a oponerse a las políticas de austeridad impuestas a nuestro país, huyendo de la política de cheques en blanco o de apoyos acríticos que permita al PSOE recuperar la credibilidad pérdida. Se trata de evitar etiquetas que nada dicen y centrar el debate político, estratégico y programático en torno la ruptura democrática y el proceso constituyente. Por tanto, en aquellos lugares y circunstancias en los que el PP pueda ser relevado, el discurso del “frente de la izquierda” (incluyendo en la misma al PSOE) debiera ser cambiado por el de “acuerdo antigubernamental” y, por supuesto, con los contenidos programáticos y líneas éticas que lo constituyan y justifiquen. Y sin perder nunca de vista que una parte del bipartito ha perdido más que la otra, pero en la trilogía Unión Europea-Euro-Deuda están plenamente identificados.
Por otra parte, más allá del programa, el discurso es la línea medular que estructura lenguajes, valores, actitudes y comportamientos. Y en estos momentos el Frente Cívico debe plantear a las fuerzas que se reclaman del proceso constituyente y a la población en general la gran cuestión, el gran problema, el meollo del momento histórico: Unión Europea-Euro-Deuda. Y, como trasfondo último que explica hacia donde se dirige el actual proyecto europeo, el TTIP. Cualquier fuerza política que pretenda romper realmente con el neoliberalismo, y no sólo sustituir unos gobiernos por otros, debe plantearse la cuestión de la soberanía y enfrentarse a la Unión Europea como tal. Negar esta realidad o no atreverse a enfrentarla conduce invariablemente a la derrota ideológica y favorece a las fuerzas que alientan la recomposición del dominio neoliberal. La clave es construir un discurso global que articule adecuadamente el secuestro de la democracia, la deslegitimación de la política y la acumulación por desposesión que se ha desencadenado en Europa.
* * * * *
Esta propuesta puede servir de base para una intervención estructurada y bien planificada, que sitúe la unidad popular en el centro del debate y defina una alternativa posible y deseable para nuestro pueblo alrededor de una estrategia constituyente. La idea es promover el debate en las asambleas y la celebración de actos con otros colectivos y organizaciones locales en torno a la propuesta. También es fundamental la preparación y publicación de artículos de opinión, la elaboración de materiales gráficos y audiovisuales y la preparación de actos públicos en las principales ciudades del país. Todo ello permitirá fortalecer el Frente Cívico desde un punto de vista político y organizativo, extendiendo la organización y difundiendo nuestro proyecto entre los ciudadanos. La experiencia más reciente demuestra que la organización del Frente Cívico sólo resulta posible si va acompañada de una acción política realista, viable y bien planificada, que permita a nuestros activistas contactar con la ciudadanía y explicar la base programática que cimenta nuestra unión.
En segundo lugar, consideramos que el proceso de unidad popular, tal y como lo hemos definido en las anteriores páginas, debe fomentar y reforzar el protagonismo de las comunidades de lucha que se han desarrollado al calor de la crisis económica y que han mostrado una gran creatividad en la articulación de protestas sociales, especialmente en el caso de movimientos como las Mareas Ciudadanas, PAH, Marchas de la Dignidad, Campamentos Dignidad de Extremadura, Acampada dignidad Córdoba, Corralas andaluzas, etc. Es un hecho que la movilización social y la conciencia que se genera en torno a ella pueden contribuir de forma importante a forjar la unidad popular, extendiendo la percepción de su necesidad entre los actores políticos y en el conjunto de la sociedad. Por este motivo, durante las próximas semanas el Frente Cívico dedicará una parte de sus esfuerzos a impulsar una convocatoria social que sirva de acicate y estimulo para la unidad popular, incluyendo una recogida de adhesiones que contribuya a la activación social de un bloque popular unitario. La coordinación de esta iniciativa corresponde a los compañeros José Coy y Manuel Cañada, co-responsables del área de Frente y Sociedad.
Finalmente, el Frente Cívico “Somos Mayoría” considera pertinente realizar un llamamiento urgente a todas las organizaciones políticas y sociales comprometidas con la ruptura democrática a fin de ir hacia la unidad en la mayoría, concretándola en unos puntos fundamentales que sirvan de base para la construcción de una alternativa al actual sistema de poder político. Con esta finalidad, el Frente Cívico se dirigirá a los actores sociales y políticos y pondrá a su disposición una propuesta programática inicial. Confiamos plenamente en que estas organizaciones estarán a la altura del momento histórico y antepondrán el interés general de la ciudadanía a cualquier otra consideración. Juntos, podríamos.
Gerardo dijo:
Rajoy aparece entre los ‘avalistas’ que permitieron a Bárcenas abrir su cuenta suiza en el Dresdner Bank.
El nombre del presidente se cita en un informe del banco suizo junto al de Luis Fraga (sobrino de Manuel Fraga…) y el de un empresario, ambos amigos personales del extesorero del PP.
http://www.elplural.com/2014/05/14/rajoy-aparece-entre-los-avalistas-que-permitieron-a-barcenas-abrir-su-cuenta-suiza-en-el-dresdner-bank/
Anselmo dijo:
Solo hay una peor cosa que tener un rey, tener un rey y que encima sea malo, como es el caso.
Tras el discurso de ayer de Felipe VI.
¡Viva la tercera República! (que no tiene por que ser ni una copia de la segunda, ni de la primera, sino solo ella misma).
Gerardo dijo:
http://www.elconfidencial.com/cultura/2016-03-14/el-gran-zasca-a-figurones-como-vargas-llosa-javier-cercas-y-luis-garicano_1167404/
LA DESFACHATEZ INTELECTUAL
El gran zasca a ‘figurones’ como Vargas Llosa, Javier Cercas y Luis Garicano
Ignacio Sánchez-Cuenca publica ‘La desfachatez intelectual’, un riguroso análisis sobre la baja calidad del debate público en España
Foto: José Ignacio Wert, Esperanza Aguirre, y Mario Vargas Llosa
VÍCTOR LENORE
14.03.2016
Tres frases sirven para hacernos una idea. Primera: “Esperanza Aguirre es la Juana de Arco del liberalismo” (a pesar de la trama Gürtel, Fundescam y el tamayazo). Lo dice Vargas Llosa y punto. Segunda: “José Luis Rodriguez Zapatero es el peor gobernante de España desde Fernando VII” (por lo visto, mucho más dañino que Francisco Franco y Miguel Primo de Rivera). Lo dice Félix de Azúa y punto. “Sin Juan Carlos I no habría democracia en España” (qué importa la aportacióna de los sindicatos, el movimiento estudiantil o el Partido Comunista, además de que en nuestro entorno europeo todo sean democracias). Lo dice Javier Cercas y punto. El debate público en España funciona a base de sentencias lapidarias, sin verificar, que distintos ‘figurones’ sueltan desde sus poltronas mediáticas. Del público se espera que comulgue con ruedas de molino, basadas en el prestigio de quien enuncia la frase, más que en argumentos bien construidos, que se apoyen con datos verificables.
‘La desfachatez intelectual’, de Ignacio Sánchez-Cuenca
Esto es lo que denuncia, de manera sólida y minuciosa, el nuevo libro del profesor de Ciencias Políticas Ignacio Sánchez-Cuenca (Valencia, 1966). Su último libro, ‘La desfachatez intelectual’ (Libros de La Catarata), es un sonoro ‘zasca’ a los columnistas de mayor prestigio de nuestra esfera pública. Les acusa de “machismo discursivo”, “cultura de amiguetes” y “provincianismo intelectual”. Estamos ante uno de los títulos más polémicos y necesarios del año. En el capítulo final, Sánchez-Cuenca explica que el panorama comienza a mejorar con un ecosistema mediático más abierto y riguroso. Nos acercamos a su despacho para charlar con el autor.
Pregunta. ¿Cuál fue su motivación para escribir ‘La desfachatez intelectual’?
Respuesta. Sé que el texto puede despertar cierta irritación entre los aludidos. Quería señalar la impunidad que domina el debate público en España. Con esto me refiero a que si uno dice un disparate, una tontería o una ridiculez, no espera ser replicado, sobre todo si es uno de los grandes intelectuales del país. Son lo que yo llamo, de forma un poco cruel, los figurones del mundo intelectual.
P. La forma habitual de contestar a libros como el suyo es el silencio.
R. No tengo ninguna expectativa de respuesta por su parte. Pero sí espero que el libro contribuya a fomentar cierto debate sobre cómo mejorar nuestra esfera pública.
P. Señala el precio de cuestionar a los figurones: si alguien critica con dureza a Fernando Savater, se reducen drásticamente las posibilidades de colarse en El País, de publicar en la revista ‘Claves de la razón práctica ‘(que él dirige) o de ganar el Premio Anagrama de ensayo (donde es jurado habitual).
R. Mi ventaja es que no estoy en ese mundillo, ni quiero estar. Me dedico a dar mis clases y publicar en revistas académicas. No aspiro a premios ni a tener una relación privilegiada con ellos. Yo puedo permitirme el lujo, pero quien dependa de su creación ensayística y literaria tiene que pensárselo dos veces a la hora de criticarlos, ya que sus tentáculos son muy largos. No digo que ellos ejerzan un poder coactivo, pero si uno critica con dureza a uno de ellos sus posibilidades de medrar van a ser menores.
Fernando Savater y Andrés Herzog en un acto de UPyD Foto: Efe/J.P. Gandul
P. Aparte de los figurones destacados, ¿diría que existe una tradición de intelectuales invisibilizados? Pienso en Manuel Sacristán, Jesús Ibañez y Francisco Fernández Buey, entre otros.
R. Es una pregunta difícil. Hay intelectuales que no gozan del reconocimiento que merecen y otros disfrutan más del que les corresponde. Lo que no tengo claro es que sea un fenómeno estructural. Los tres autores que mencionas tenían tesis políticas marxistas o muy radicales. Eso ya complica mucho que lleguen al gran público. Es cierto que alguien con planteamientos marxistas no tendría tanto problemas en Francia o Reino Unido. Lo que sucede aquí es que muchos de los intelectuales famosos fueron muy radicales en su juventud, pero terminaron abandonando la izquierda. Sienten un rechazo grande hacia quienes no han seguido su trayectoria. Eso podría explicar la marginación por parte de los Juaristi, los Savater, los Vargas Llosa, etcétera.
P. ¿Por qué estuvieron tan ciegos los intelectuales de éxito durante la crisis económica?
R. Mi tesis es que se obsesionaron con el nacionalismo. No atendían a muchas más cosas. Eso fomentó el aislamiento en el que vivían. Se separaron demasiado de la sociedad. Fueron poco sensibles y muy condescendientes con todo lo que podemos llamar nueva política, me refiero al entorno del 15M. En el fondo, les recuerda un poco a sus años mozos, donde algunos fueron anarquistas, otros marxistas-leninistas y alguno hasta militó en las filas de ETA.
P: Vargas Llosa es la firma donde se aprecia mayor distancia entre su enorme talento literario y el estilo ramplón de sus columnas.
R. Como hombre de letras, es el que más lejos ha llegado. Merece todos los premios Nobel que le quieran dar. Es una figura central en la literatura del siglo XX. El problema es que sus razonamientos políticos son totalmente esquemáticos, previsibles y simplistas. Nos choca mucho porque no quedan tantos intelectuales que razonen con el nivel de desfachatez que él maneja, pero en el pasado hubo muchos como él en la izquierda, que manejaban planteamientos de manual soviético de materialismo histórico. Ahora no nos acordamos de ellos. Pero Vargas Llosa seguramente razona en sus columnas con el mismo simplismo que manejaba cuando era de izquierda en los años sesenta. Hay un abismo entre su obra literaria y su aportación periodística. No tengo una explicación de cómo se puede ser tan brillante en ‘Conversación en la catedral’, una obra maestra, y tan mostrenco en el debate público. Divide el mundo en liberales y antiliberales, nacionalistas y antinacionalistas, como si no existieran matices. Su apología de Esperanza Aguirre llega al extremo de defender la tesis de que si ella hubiera gobernado España, la crisis hubiera sido mucho menos profunda.
Vargas Llosa es una figura central en la literatura del siglo XX. El problema es que sus razonamientos políticos son totalmente esquemáticos
P: ¿Son más responsables los figurones o los directivos que les dieron espacio en los medios?
R: Hay una responsabilidad compartida, pero la principal es la de quien pone su firma en la opinión. Somos muy críticos con el sectarismo de los partidos políticos, con la manera tan brutal en que defienden a los suyos y descalifican a los contrarios, pero en el mundo del debate público pasa algo similar. Se establecen lazos muy fuertes entre periódicos y escuderías literarias del mismo grupo mediático. Les dejan decir lo que sea. Deberían prescindir de los artículos de sus autores si la calidad es mucho menor que las de sus novelas. Una vez entras en el grupo, de ahí no te saca nadie. Se establecen lazos que no son sanos.
P. Cita a César Molinas y cómo da las gracias en un libro a Javier Moreno (ex director de El País) por dejarle decir lo que le da la gana.
R. Molinas es un economista excelente, matemático de formación, con una inteligencia formidable, pero cuando opina de política dice cosas que no tienen base ninguna. ¿Por qué El País le da tanta cancha? Habrá que preguntarles a ellos, porque han publicado análisis de Molinas en portada que no sobreviven el más mínimo escrutinio crítico. En mi libro, se desmontan con datos.
P. Me ha llamado la atención el caso de Javier Cercas. En un dossier de homenaje al rey, suelta una frase rotunda, que dice que “Sin Juan Carlos I no habría democracia en España”. Eso no encaja muy bien con su libro ‘Anatomía de un instante’, donde acusa al rey de cierta complicidad, desidia o ambigüedad con el ambiente golpista previo al 23-F.
R. Disfruto mucho de las novelas de Cercas, pero como columnista se ha vuelto muy sentencioso. Formula grandes frases, que luego no fundamenta. Creo que lo que expone ‘Anatomía de un instante’ es que el rey no supo cortar el ambiente malsano de las tramas golpistas de la época contra Suárez. Cercas no se ha atrevido a dar el paso de decir que hubo complicidad entre el rey, Armada y los golpistas. Quien sostiene esa tesis es Pilar Urbano. Lo que no entiendo es que se permita el exceso de decir que sin el rey no habría democracia en España. A mí esa frase me parece un absurdo, se mire como se mire. El rey tuvo un papel importante en la forma en que llegó la democracia, pero hoy España sería un país democrático hubiéramos tenido rey o no. Sencillamente, se daban los condiciones sociales y económicas para que la hubiera, como sabe cualquiera que haya estudiado un poco de política comparada. Pero sí, en ‘Anatomía de un instante’ era más crítico con la figura del rey que en el homenaje colectivo que hizo El País al monarca el día de su abdicación.
Javier Cercas en Santander. EFE/Esteban Cobo
P. Su libro transmite la sensación de que El País es un diario que se ha ido degradando con los años.
R: Soy lector suyo de toda la vida. Empecé con poco más de diez años. Hoy lo sigo porque es el diario de referencia en España. A mí siempre me han tratado con extrema generosidad: dejé de colaborar con ellos por voluntad propia y solo tengo agradecimiento con ellos. Lo que sucede es que, desde que estalló la crisis, se produjo un divorcio entre el periódico y sus lectores, que ha sido muy dañino para la marca. Se alejaron demasiado de la España real. Como lector y excolaborador, no me gusta la marcha que ha cogido. Ha traicionado muchos de sus valores fundacionales. Tengo una visión crítica, no han sabido reconocer los problemas nuevos que estaban surgiendo. No han dado la importancia necesaria a los desahucios, ni a la creciente desigualdad, ni a la crisis social en general. Me sorprendió en 2010 la reacción de entusiasmo de El País cuando las instituciones europeas obligan a España a imponer el ajuste fiscal. Su discurso fue “por fin se ha acabado el populismo del PSOE”. Estaban hablando de populismo ya en 2010, años antes de que surgiera Podemos. El País se puso a celebrarlo, en plan “por fin va a haber políticas de Estado”; pues mira dónde nos han llevado esa políticas. Se ha vuelto un diario autocomplaciente.
P. ¿Usted es capaz de distinguir El País de El Mundo y ABC?
R: Se ha producido un fenómeno curioso: la división ahora está entre periódicos de papel (que se parecen cada vez más entre sí) y diarios digitales (que están más atentos a las preocupaciones que dominan la sociedad civil). Esto al margen de que la línea editorial tire a izquierda o a derecha. Los de papel parecen caminar a rastras. Las nuevas tendencias se generan en mayor medida en los medios digitales. Ahora tenemos un ecosistema mediático mucho más plural, cito medios como CTXT, Infolibre, el blog Piedras de papel o plataformas como Agenda Pública o Politikon. Le pongo un ejemplo: todos los figurones tienen opiniones muy rotundas sobre la educación. La mayoría cree que se ha dejado de leer, que nadie escribe como antes, que todo es un desastre. Los expertos matizan mucho esas percepciones. En cualquier caso, yo no quiero que desaparezcan las visiones generalistas, dando paso a especialistas con anteojeras, sino que se establezca un diálogo entre firma de visión amplia y quienes llevan muchos años estudiando un asunto concreto y se quedan pasmados por la alegría con que otros sueltan diagnósticos. Ese cruce me parece enriquecedor. Al abrir el terreno de juego, se ha cuestionado mucho más el papel de los figurones. Se ha demostrado que sus opiniones no tienen tanto valor como se creía.
La división ahora está entre periódicos de papel (que se parecen cada vez más) y diarios digitales (más atentos a las preocupaciones de la sociedad)
P. Recuerda una expresión de Jordi Gracia, que habla del “síndrome del Narciso herido”. Como si los figurones pensasen que lo peor de la situación del país fuera que los demás no estamos a la altura de su sensibilidad política y estética.
R. Recomiendo a los lectores ‘El intelectual melancólico’, el panfleto de Jordi Gracia, porque es muy certero y divertido. Hace pensar mucho. Esta es una actitud que caracterizo como una aproximación moral a la política: los intelectuales a los que me refiero piensan que la política realmente existente nunca está a su altura. La actualidad les produce irritación o melancolía, pero no les estimula a buscar soluciones. Esta aproximación estética se remonta a la Generación del 98. Lo que produce son unos vaivenes muy fuertes: de repente, estos intelectuales se entusiasman con una novedad, por ejemplo la aparición de UPyD, que llegan a ver como la solución a todos los males del país. Luego, de repente, les entra la decepción y van a otra ideología. La mayoría han pasado por el marxismo, por la socialdemocracia, por el liberalismo, por el conservadurismo y han completado el espectro hasta el narcisismo. Me parece una aproximación esteril al debate público.
P. Hay un sector que no trata en el libro y que me gustaría que comentara. Me refiero al ala dura de los columnistas, por ejemplo Alfonso Ussía, Jiménez Losantos y Salvador Sostres, que tienen un registro mucho más bestia o kamikaze. ¿Cree que su función es llevar el discurso tan a la derecha que cualquiera a su lado parezca sutil y razonable?
R. En el texto no he querido descender a los infiernos de estas firmas más gamberras o maleducadas, no sé bien cómo calificarlas. Algo que me llamó la atención es que intelectuales con una capacidad estética y moral muy desarrollada sean capaces de juntase con tipos como Hermann Tertsch y Jiménez Losantos en el manifiesto de los Libres e iguales. Esto me dejó muy confundido. En cierta medida, al firmar con ellos, Savater, Trapiello, Juaristi y los otros están legitimando el discurso de Tertsch y Losantos. Hablamos de gente que ha mantenido durante años la teoría de la conspiración del 11-M, defendiendo que fue ETA. Me parece incomprensible que se mezclen.
Luis Garicano. Foto: EFE/Emilio Naranjo
P. Termino con asunto candente: desmontas bastantes argumentos de Luis Garicano, que ha pasado de ser una firma influyente a ejercer de gurú en las políticas del pacto entre el PSOE y Ciudadanos. Ahora sus opiniones están en el centro del debate político y sus errores los podemos pagar todos. ¿Tendríamos que estar preocupados?
R. Garicano es un gran economista, con un trayectoria brillante, pero cuando opina de política le pasa lo mismo que a muchos de sus colegas. Sencillamente: no han leído lo suficiente para construir los argumentos que maneja. Con Garicano estoy de acuerdo en muchos cosas, por ejemplo su visión de la educación en España, pero cuando se mete de lleno en política no se impone los mismos niveles de exigencia que al hablar de economía. En su libro ‘El dilema de España’ es tremendamente simplista, llega a decir que tenemos que escoger entre Venezuela y Dinamarca. No creo que este sea un dilema real: ni vamos a llegar a los niveles abismales de Venezuela, que es casi un Estado fallido, ni vamos a alcanzar la altura de Dinamarca. Durante las próximas décadas, seremos un país europeo normal de la periferia. Si gana Podemos, esto tampoco va a parecerse a Venezuela, ni se va a descomponer el sistema social y económico. Es de un simplismo tremendo.
P. ¿Más ejemplos?
R. También considero muy pobres los ejemplos que pone para ilustrar sus reformas, cosas como el carné por puntos o la Ley Antitabaco. Esos son ámbitos donde resulta sencillo cambiar las cosas porque no hay ganadores y perdedores. Cuando hay más en juego, como el mercado de trabajo, en el mercado educativo o la caja de las pensiones, los conflictos se complican mucho. Muchos problemas no se pueden cambiar a golpe de BOE, sino que necesitas negociar con los agentes sociales. En esas situaciones, es crucial conseguir un consenso para que la sociedad no disuelva tus decisiones. Los liberales del estilo de Garicano jamás piensan en las consecuencias sociales de sus reformas. Si las cosas les salen mal, se llevan las manos a la cabeza y dicen “Cómo puede ser la sociedad tan irresponsable”. Y no es cuestión de eso, sino de que sus cálculos estuvieron mal hechos desde el principio. Una reforma solo es sostenible si cuenta con el apoyo de la sociedad. Veo una especie de ingenuidad reformista, pensar que se puede cambiar un país de la noche a la mañana. Allá los partidos que quieran hacerle caso.
Gerardo dijo:
El gran problema de la democracia española actual es que no es una democracia sino un juego de «poli bueno y poli malo» que juegan el PSOE y el PP, el poli malo sería el PP y el poli bueno el PSOE, pero al final los dos son polis y los demás estamos dentro de la misma prisión presos, lo del poli bueno y poli malo no es algo auténtico sino solo un teatro, tanto el PSOE como el PP son parte del sistema y nunca van a cambiar nada de fondo aunque no funcione y esto lastre al país, emplean el «mas vale malo conocido que bueno por conocer» y así claro no se pueden ni arreglar los problemas del país, ni evolucionar hacia una sociedad mejor.
El PP da una imagen de dureza que es la que quiere vender y el PSOE una de presunto progresismo e izquierda que es la que quiere vender, pero al final en el fondo los dos son parte del mismo sistema y no son mas que papeles, hay cosas que nunca cambiarán, aunque estas no funcionen y sean las que lastran al país, es así.